El español que hablamos hoy es el resultado de la evolución histórica del latín, por lo que la gran mayoría de sus rasgos característicos proceden de la lengua que trajeron los romanos en su conquista de la Península Ibérica, en la que se mezclaron a los pueblos nativos que habían invadido: cántabros, lusitanos y celtiberos, y una vez conquistados impusieron el latín como legua oficial, asumiendo de estos pueblos, palabras que quedaron integradas en el latín, y a futuro en el castellano, entre ellas: charco, becerro, sapo, arroyo, barranco, álamo, vega, etc.

El elemento árabe es precisamente un rasgo que singulariza al español (junto con las demás lenguas romances hispánicas y con algunos dialectos del sur de Italia) del resto de los idiomas, románicos o no, de Europa occidental. Resumiendo mucho, se puede decir que el influjo ejercido en cuestiones fonéticas, morfológicas y sintácticas es más bien escaso y no siempre aceptado como tal por todos los especialistas en el tema, pues a veces surgen opiniones discrepantes, que se apoyan en argumentos que, si bien no son concluyentes, al menos generan dudas razonables. En cambio, existe una coincidencia generalizada en cuanto al léxico.

Autores cualificados señalan que procede del árabe en torno al 8% del vocabulario español, es decir unos novecientos términos primitivos que, con sus correspondientes derivados, pueden incluso superar las cuatro mil palabras. Las palabras de origen árabe constituyen así la aportación más importante al léxico español después de la latina. Esta presencia está tan diversificada que se puede afirmar que para referirse a aspectos de casi todos los ámbitos de la actividad humana cuenta el español con arabismos, en mayor o menor medida. El avance de los árabes por diversas tierras les proporcionó conocimientos adquiridos de diferentes culturas, razón por la que alcanzaron una manifiesta superioridad en el terreno científico durante la Edad Media. De ahí que sea destacable el número de voces aportadas al vocabulario en este campo. Eso explica, por un lado, que no pocos términos pasaran también a varios idiomas europeos y, por otro, que una parte de los arabismos tengan su origen primitivo en lenguas diferentes, pues el árabe en estos casos solo fue intermediario y transmisor de cultura ajena. Resultaría prolijo hacer aquí una referencia amplia a los arabismos del léxico español, pero a modo ejemplo he aquí una muestra representativa extraída de varios campos referidos a algunas de las actividades humanas más comunes.

  • Agricultura: aceña, acequia, aceite, acelga, alcachofa, alfolí, algarrobo, algodón, alhelí, aljibe, almiar, alquería, altramuz, alubia, azafrán, azahar, azúcar, azud, berenjena, noria, zanahoria.
  • Artesanía: ajorca, alcaller, alfiler, aljófar, arracada, badana, guadamacil, jarra, marfil, tahalí, taza.
  • Astronomía: aldebarán, auge, cenit, nadir.
  • Casa, construcción, urbanismo: adobe, ajimez, ajuar, alarife, albañal, albañil, alcantarilla, alcoba, alcuza, aldaba, aldea, alféizar, alfombra, almirez, almohada, andamio, arrabal, azotea, azulejo, barrio, jofaina, rincón, tabique, tarima, zaguán.
  • Comercio: aduana, alhóndiga, almacén, almoneda, arancel, arroba, azumbre, cahíz, fanega, quintal, tarifa, zoco.
  • Farmacia y química: alambique, álcali, alcohol, alquermes, jarabe, redoma.
  • Guerra: acémila, acicate, adalid, adarga, alcazaba, alcázar, alfanje, alférez, algara, almena, atalaya, jineta, rebato, tambor, zaga.
  • Instituciones públicas: albacea, alcalde, alguacil, alcabala.
  • Instrumentos musicales: adufe, ajabeba, albogue, añafil, atambor, guzla, laúd, rabel.
  • Juegos: azar, tahúr.
  • Matemáticas: álgebra, cifra, guarismo.
  • Oficios: alarife, albañil, albéitar, alfarero, alfageme, alfayate.
  • Vestimenta: albornoz, aljuba, babucha, jubón, zaragüelles.

Una mención especial merece los topónimos, ya que son muchos los que provienen del árabe.  A título de ejemplo, citaremos algunos de ellos, bajo la denominación a la que hacen referencia etimológicamente (que a veces no coincide con el referente actual).

  • Castillo: Alcalá, Calatayud, Calatorao.
  • Ciudad: Almadén, Medina, Mecina.
  • Laguna: Albufera, Albuhera.
  • Monte: Gibraltar, Javalambre, Gibraleón.
  • Península (o isla): Algeciras, Alcira.
  • Río: Guadalajara, Guadalaviar, Guadalén, Guadalentín, Guadalfeo, Guadalquivir, Guadalupe, Guadarrama, Guadiana, Guadiaro.

Con lo expuesto se evidencia que la principal herencia árabe en la lengua española se manifiesta en el léxico y en la toponimia, con una extensa lista de voces que en la mayoría de los casos se mantienen plenamente vivas. Otras, en cambio, tienen poco uso en la época actual, ya sea porque han sido sustituidas por otras o bien porque han desaparecido de la vida cotidiana los objetos o actividades a que hacen referencia. En cuanto a la estructura gramatical, los elementos árabes que han pervivido (el sufijo –í, la preposición hasta, la interjección ojalá, el artículo al adherido a muchas palabras y algunos más) son realmente escasos.

Los arabismos son palabras del español que tienen origen árabe. Igual que el inglés es idioma de influencia para los avances tecnológicos en la actualidad, el árabe lo fue en la Edad Media, ya que en esa época la civilización musulmana estaba más desarrollada en varias disciplinas científicas, por ello, gran parte de los arabismos se relaciona con técnicas u oficios o con disciplinas científicas. También era lengua de cultura por lo que servía de medio para llegar a otras culturas muy desarrolladas como la persa. Por otro lado, es innegable el legado que el árabe dejó en los siete siglos de presencia en la Península Ibérica, especialmente en Al-Andalus pero también en el resto de la península y en las otras lenguas peninsulares.

Hay unos 4.000 arabismos en español, algunos de uso muy frecuente, entre ellos:

aceite, aceituna, alférez, azúcar, alcohol, alfombra, algodón, arroba, ajedrez, albur, alcalde, alcancía, azúcar, azulejo, aduana, almacén, almohada, asesino, arsenal, algoritmo, adoquín, bellota, cifra, cero, daga, dado, gandul, gazpacho, guitarra, gabán, engarzar, escabeche, falda, hachís, hazaña, islam, imán, jinete, laúd, limón, mazmorra, medina, naranja, noria, ojalá, tarea, rehén, tambor, zanahoria, zoco…

Algunos pasaron al español con el artículo:
alacena, albacea, albahaca, albañil, albufera, alcanfor, alcázar, alcalde, álgebra, alguacil, almohada,

También es típico el de los arabismos que empiezan por guad-, que en árabe significa río, y, por tanto, muy presente en los topónimos:
Guadalajara, Guadalquivir, Guadalete, Guadalimar, Guadarrama, Guadiana…

Bibliografía. CANO AGUILAR, Rafael (2008): El español a través de los tiempos, Madrid: Arco Libros. CORRIENTE, Federico (1999): Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance, Madrid: Gredos. ? (2008): “El elemento árabe en la historia lingüística peninsular: actuación directa e indirecta. Los arabismos en los romances peninsulares (en especial en castellano)”, en cano Aguilar, Rafael (Coord.): Historia de la lengua española, Barcelona: Ariel. GARCÍA SÁNCHEZ, Jairo Javier (2007): Atlas toponímico de España, Madrid: Arco Libros. LAPESA, Rafael (1980): Historia de la lengua española, Madrid: Gredos. PENNY, Ralph (2008): Gramática histórica del español, Barcelona: Ariel. TORRENS ÁLVAREZ, Mª Jesús (2007): Evolución e historia de la lengua española, Madrid: Arco Libros.

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